Capitulo 9: "Garithos Y El Caballo Maldito"
Ahí estaba Jurgen frente al guardián de una de las piedras. Erlikhan, el demonio ardiente defendía con intensidad una de las ocho piedras. Erlikhan se alimentaba del poder de la Piedra Fuego. Sus cuernos largos eran rojizos y su barba blanca enmarcaba su corpulento y exagerado cuerpo. En una mano sostenía una espada gigante que apoyaba sobre su cuello y en la otra un fuego eterno que incineraba a todos los oscuros caídos en batalla. Los ojos de Erlikan se posaron sobre Jurgen que si apenas tenía un rasguño.
-"¿Osas invadir estos aposentos misteriosos? ¿Acaso no sabes que ganamos? Los que sobran solo alargan su destino" Retumbó la voz demoníaca de Erlikhan.
Jurgen no respondió y solo se limito a pensar en esa extraña sensación en el pecho que había tenido al poco tiempo de abandonar el campamento. Estuvo apunto de devolverse y asegurarse de que todo estaba en orden pero le fue imposible, era momento de cumplir su misión.
Fue fácil escabullirse en la batalla pues todas las tropas se habían concentrado en invadir el campamento y dejaron de lado a la primera línea de ataque que aunque tenía menos adversarios solo pudo mantener la posición. Ya eran pocos los combatientes y Garithos, con su caballo infernal era el único que batallaba con fiereza.
Jurgen se preguntaba que clase de raza se escondía siempre detrás de una armadura tan pesada y hermética. Siempre que dirigía su palabra a el sentía la sensación de hablar con un demonio. Las leyendas dicen que una vez fue humano y que ciego por la ambición de poder bajó al mismísimo infierno para robar un caballo. Ascendió a la tierra ileso y creyó engañar al Señor de los Muertos. El Señor Oscuro al darse cuenta del hurto maldijo el caballo y unió el alma del caballo infernal a la del humano. Esas almas están fusionadas y se dice que si muere el caballo automáticamente Garithos sufrirá una terrible muerte.
Garithos, había obtenido la fiereza y la inagotable energía de los demonios a cambio de su alma y aunque su humanidad se había perdido para siempre, su consciencia como caballero siguió intacta. El rey consideraba que los ojos destellantes de color azul los hacía ver ridículos ante el enemigo ya que el color real es el carmesí, pero aún así le debían muchas batallas a este incansable y endemoniado caballero.
Garithos, en esta ocasión, ayudó a Jurgen para encontrar el camino y escabullirse detrás de las murallas mientras se escondía y mataba uno que otro demonio. Durante la travesía El Espadachín no dejaba de pensar en la Dama Dorada, algo le preocupaba aún cuando estaba frente a Erlikhan. Estaba tan desconcentrado que ni siquiera se percató de un hechizo ardiente hasta que la bola incendiera estuvo lo suficientemente cerca para que sintiera ardor en los ojos.
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